Transición a qué

VAMOS a tocarnos lo que sea antes de hablar, con orgullo, de la madurez política española en la Transición (con mayúsculas si os parece). Un día me dijo Carrillo que el tema que menos le gustaba tratar conmigo era ella. Yo, a la Transición -como se hizo, con temor y temblor- no le tengo ninguna simpatía. Y estos lodos vienen de aquellos polvos. Comprendo que nada hay inmodificable, pero pasó demasiado tiempo desde su glorificación. Porque no se vertió sangre, ¿y qué? Se había vertido en la guerra. Y se restañó por el olvido del hambre, que la precedió, la siguió, y fue su causa. Sin ella no habría venido la República, causa de la guerra. ¡Ay de España cuando se divide en dos bandos! Aunque sean los dos de Acción Católica -o como ahora se llame- encontrarán motivos para darse de hostias. Menuda es en eso España. Ahora las autonomías delegan en el fútbol, que dura menos... si no se encona. Aquí estamos siempre en pie de guerra, salvo si lo asentamos en una fuente de comida. Lo de las ideas viene después. Tras una siestecita. Ahí está Cataluña.